Sunday, September 16, 2012

RECUERDOS Y LA OLLOTA DE BARRO..

He estado haciendo de hacer memoria, sobre mi profesor de dibujo, me parece que por mis primeros dos años de secundaria (hace fu de años), el se portaba e impartía sus clases muy serio y formal, terno y corbata, pero llevaba a cuestas y andaba con sus escuadras y compás de madera, que le servían para atormentarse dibujando en el pizarrón de tiza-yeso y claro atormentarnos a sus alumnos, si no hubiésemos conocido de su oficio de músico, me hubiera quedado por toda la vida solo con los recuerdos de sus frisos decorativos, pura geometría, pero yo, manchones y mas manchones hasta lograr una plana de dibujo aceptable, derrames por uso de la horrible tinta china, tiralíneas y ….. Estoy recordando al maestro Benítez, así como recuerdo su casa en la Floresta, a donde cuando niños por vivir cerca y ser conocidos de familia, acudíamos de cuando en cuando a ser agasajados por su esposa cuyo nombre se me pierde en la memoria, con esplendidos ricos dulces, cuyo nombre tan ya he olvidado, había decidido poner algo sobre su hechura y participación en nuestra ecuatorianisima canción vasija de barro, pues hace tiempo encontreme con una foto simpática de los entierros de nuestros antepasados en esos artefactos de barro y acúrdeme, tan de la famosa olla del Panecillo. En estos andares entre a la red y suerte mía, encontré del mismo maestro Benítez, su descripción de la hechura de esta canción,…la reproduzco…. Un texto largo, pero sumamente explicativo de los andares y hacerles de otros tiempos… todo un grupo de bohemios, poetas y tertulios, entre ellos encontré el nombre del padre del amigo y profesor de nuestro Pedro Pablo en la USFQ, el profesor Alemán…, nuestra tierra pequeña comparable con un pañuelo, en fin, aquí va el relato: Por: Gonzalo Benítez, extraído del libro "Gonzalo Benítez: tras una cortina de años." Me encontré en la calle Guayaquil con el Oswaldo Guayasamín y nos invitó, pues, a una reunión en su casa para el viernes siete de noviembre de 1950 a las siete de la noche; pero recién podíamos ir después de la Radio a las nueve y media. “A la hora que quieras”, me dice, “y por favor invítale al Valencia”. Así que fuimos a donde el Oswaldo, pero no tenía la casa de ahora sino que vivía donde el papá, al frente de la Basílica. Llegamos como a las diez y media y les encontramos ya medios avanzados. Fuimos con una guitarrita mía que después rompió el Valencia en una reyerta. No ve que le prestaba mi guitarra para sus serenatas; así, que él se había defendido con la guitarra y me entregó el mango no más... En la fiesta había unos 80 invitados entre poetas, pintores y alumnos de la Escuela de Bellas Artes de La Alameda. Ahí nos pidieron que cantemos y después del canto ya se hicieron grupos, así es que me fui a donde tomaban menos y el Valencia se fue a donde estaban dándole duro. Ahí le veo al Jorge Carrera Andrade que estaba ilusionado con un cuadro del Oswaldo llamado El Origen.

El cuadro estaba todavía fresco y hasta me manché los dedos. En la pintura había una vasija de barro y, dentro de esta, unos esqueletos pequeños, de niños. El Oswaldo explicó que los Incas enterraban a sus familiares dentro de la vasija junto con alimentos. Se impresiona el Jorge Carrera y le vemos que se va a la biblioteca, coge un libro y en la contratapa escribe una estrofa:
Yo quiero que a mí me entierren
como a mis antepasados
en el vientre oscuro y fresco
de una vasija de barro.
Nos impresionó a nosotros también... Cuando en eso coge el libro el poeta Hugo Alemán y debajo escribe otra estrofa:
Cuando la vida se pierda
tras una cortina de años
vivirán a flor de tiempo
amores y desengaños.
Y para susto de todos coge el libro el pintor Jaime Valencia que escribe un cuarteto muy lindo:
Arcilla cocida y dura
alma de verdes collados
barro y sangre de mis hombres
Sol de mis antepasados.
Entonces cogí el libro porque dije a mí me toca poner alguna cosita, cuando en eso me arrancha el Jorge Enrique Adoum y me dice: “Ve vos después cantarás”. Cogió el libro, corrigió cosas y puso la cuarta estrofa:
De ti nací y a ti vuelvo
arcilla, vaso de barro
con mi muerte yazgo en ti
de tu polvo apasionado.
Terminado eso, se dieron las vueltas, nadie sabía quién iba a poner música, qué se iba a hacer con la letra. Serían las doce y media. Cuando le veo al Jorge Carrera Andrade que se acerca donde mí con el libro. Entonces me dice: “Vea Gonzalo, esto con música tiene que ser una belleza”. Pensé y le dije: “Bueno”, así es que cogí la guitarra. ¿Y ahora qué hacía? El Potolo estaba dándole al chupe* y era muy difícil concentrarse con la bulla de la gente, pero como ya le acepté, bajé unas gradas con luz que había al fondo, agarrado la guitarra y el libro. Me demoré cerca de una hora y, cuando ya estuvo, regresé y encontré a mi compañero Valencia medio dormido en un sillón Total que le levanto y le digo: “Primero oíme cantar”. No le gustó y me dice: “Pero vos le has puesto un ritmo cadencioso“. Le digo: “No, porque la música tiene que estar de acuerdo al sentido de la letra”. “No, me dice, ponéle ritmo de albazo”. Le dije que no, porque el ritmo de danzante es telúrico. No acepto que le cambies. Y como él siempre decía que es hincha del Aucas y que nunca pierden, cuando mucho empatan, le dije que yo era de la Liga y que ahora sí él iba a perder, ni siquiera a empatar. Así que le fui obligando y, como tenía buen oído, aprendió rápido. Ensayamos para hacer el dúo y cuando cantamos la gente se emocionó tanto que se han pasado cantando hasta las seis de la mañana. Yo me salí como a las dos, porque como no chupaba... Ahí nació la Vasija de barro, que ahora es cantada en todo el mundo. Yo mismo no creía. LOS ECUATORIANOS SOMOS SERES RAROS Y UNICOS: DORMIMOS TRANQUILOS EN MEDIO DE CRUJIENTES VOLCANES, VIVIMOS POBRES EN MEDIO DE INCOMPARABLES RIQUEZAS, NOS ALEGRAMOS CON MUSICA TRISTE...

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