No me gustaba, de costumbre no simpatizaba con el asunto de arder incienso, pero he sido convencido, algunas cosas pueden cambiar con el tiempo, el tiempo nos cambia, las experiencias vividas, algún viaje, nuevos lares, por último la influencia de una buena presentación de ese producto en un bonito estuche publicitario, me he convencido a mí mismo, por mi novelería, de probar arder los palitos, de adquirirlo para olisquear, lo he hecho en la tranquilidad de la casa, arden bastoncitos de incienso, que decir ya está hecho, el olorcito no es desagradable, el producto en cuestión según la etiqueta dice ser de sándalo.
Me atrapo la forma que adopta la columna o penacho de humo que se eleva a la lenta combustión del incienso, leía que el arder incienso es un signo de homenaje, de respeto, a nuestra fe o creencia, que entramos en diálogo con lo que vive en nuestro interior a través de estos signos sensibles. El quemar incienso seria elevar una oración por lo que creemos, a lo que somos.
Se dice, parece lógico que en forma tradicional se haya escogido signos que nos motiven para conectarnos con nosotros mismos, con nuestro interno, con nuestras creencias, como sucede en este quemar del incienso, no sólo se estimula la vista, sino también el olfato, para evocar recuerdos para invocar esperanzas. en lo mío lo hice acompañado igual con algo de música, mis velones arden, mis recuerdos me acompañan, se dice que de cuando en cuando hay que tocar y escuchar el sonido de campanas de bronce para obtener cambio de vibraciones en el ambiente, lo he hecho. Vivir paso a paso con optimismo. El mayor poder de los inciensos, entonces, es la capacidad que tienen para mejorar nuestro estado de ánimo.
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