Sunday, February 28, 2010

EL 28 DE FEBRERO DE 2009 SENTIDO POR JOSE. SON OCHO MESES

Continuamos con la tercera parte del escrito de José, en donde nos relataba sus sentimientos sobre aquello que fue la partida de Pedro Pablo, que en su fase última sucedió a partir del 26 de julio....III
Son alrededor de las 4 AM del domingo 28 de junio del año 2009. Abres los ojos súbitamente. Tan repentino es tu despertar, que te sorprendes a ti mismo de tener una sonrisa en tu rostro. Sientes que te embarga una sensación de paz que se manifiesta como un agradable calor que fluye por todo tu cuerpo.
A tu lado en un rincón de tu mesa está el Nuevo Testamento. Lo has querido leer desde hace rato, y ha permanecido ya algún tiempo en tu velador entre la lista de pendientes. Terminas de leer San Mateo cuando escuchas pájaros afuera. Ya está a punto de amanecer.
Cámara de fotos y Ipod en mano, subes a la terraza una vez más. Todavía es de noche.

La ciudad aún duerme bajo un terso cielo, casi sin nubes, rebosante de estrellas que le dan mas claridad. El silencio de la madrugada solo es interrumpido por el canto de algunos pájaros.

Te hallas recostado en el piso contemplando la noche, con la mirada perdida en el fulgor de los brillantes luceros. Escuchas Thanatos. Magnífica canción para ese momento tan sublime. El piano suena como sincronizado al brillo emitido por los astros. Las cuerdas de un violín atraviesan con cada tono, tu corazón. Es como si la melodía fluyese desde tu estómago, pasando por tu pecho para terminar perdiéndose en la inmensidad del cielo estrellado.
Recuerdas algo:
Por la noche mirarás las estrellas; mi casa es demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es mejor; mi estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces mirar todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además, te haré un regalo...
Y rió una vez más.
—¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír tu risa!

Y en el clímax de la canción, los tonos de los violines suben, vertiginosos y ligeros pero sin miedo, seguros de su rumbo, deslizándose dulcemente en tu oreja, cada cuerda que estalla es un lamento de franca libertad y en ese instante pasa una estrella fugaz. Solo entonces lo puedes entender.
Era el quien te despertó contagiándote su paz, estuvo ahí en tu cuarto y te sacó a contemplar ese último regalo. Quería compartir un último momento entre las estrellas. El, siempre sutil, siempre guiándote sin que te dieras cuenta, siempre un paso adelante. Sonríes.
—Mi regalo será ése precisamente, será como el agua...
—¿Qué quieres decir?
La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías; para otros sólo son pequeñas lucecitas. Para los sabios las estrellas son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas se callan. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido...

A partir de esa noche jamás pudiste dejar de ver el cielo estrellado

Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!
Y rió nuevamente.

Bajo la aurora el sol comenzaba a despuntar. Nuevas luces emergían del horizonte, pasando de la tonalidad violácea de la noche para transformarse en un vainilla, que adquiría suaves tonos anaranjados.
El amanecer siempre ha sido símbolo de esperanza, dando a los humanos fuerzas para continuar. Mientras exista el sol, la luna y las estrellas, todo estará bien. Piensas en esto, mientras te detienes un momento en la nada, parado en el alfeizar de la terraza para sentir el viento acariciando tu rostro, secando tus lágrimas.
—Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido.
Serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: "Las estrellas me hacen reír siempre". Ellos te creerán loco. Y yo te habré jugado una mala pasada...
Y se rió otra vez.
—Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de cascabelitos que saben reír...
Era su despedida.

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