Saturday, December 27, 2008

¿ Irreal realidad ? ¿ Realismo mágico o fantástico ? ¿ Feudalismo democrático ? ¿ Utopía transformada en pesadilla ?



DE LA UTOPÍA A LA PESADILLA

Por Fernando Maldonado

A los ocho años de vida en Rumania los considero mi mejor período formativo y que me despertó a la realidad, en uno de los países ubicados detrás de lo que se llamó "la cortina de hierro". He decidido contar mi experiencia como un homenaje a ese pueblo, al cual agradezco la familia que he constituido y mi educación formal; lo hago también en homenaje a esos más de veinte millones de seres humanos que conmemoran, justo en estos días de Diciembre, el duro y sangriento proceso que les permitió pasar de una vida carente de libertades y llena de necesidades a una nueva vida llena de oportunidades y, de todas maneras, como es normal, llena de preocupaciones: su reciente incorporación a la Comunidad Europea.

Es difícil resumir mis impresiones en este país topográficamente hermoso, ubicado en los Cárpatos, a orillas del Mar Negro, donde desemboca el Danubio. Un acerbo cultural de siglos, población y habla mayoritariamente latina, gente buena como el pan. Pueblo profundamente creyente y religioso: ortodoxos, católicos, judíos. Una encrucijada de pueblos y caminos lo conectaban con Europa, Asia y África. País tradicionalmente agrario, cultiva trigo, uvas y elabora buen vino; ovejero y ganadero, carnívoro por convicción; petrolero, minero, salinero.

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, Europa fue dividida entre malos (capitalistas), a la derecha y al Este del muro y buenos (socialistas), a la izquierda y al Oeste del mismo.

Pasar de ser un país de costumbres ancestrales, tradicionalista y creyente, agrícola y ganadero al nuevo modelo paradisíaco del desarrollo industrial, conducido por los camaradas comunistas en la búsqueda de la utopía igualitaria, fue como si la novia, enamorada y romántica, se percatara luego de la realidad de haberse casado a la fuerza con el más feo. El resultado lo conocemos todos: una criatura informe, un engendro social.

A la voz de "viva el cambio" se demolían los partidos políticos con el argumento de que son nefastos y se proclamaba la vigencia del partido único. Se culpaba a los "burgueses", a la iglesia, a los letrados, de ser opresores del pueblo y únicos concentradores de la riqueza. Nace, entonces, la nueva elite de conductores que usurpa derechos y se ancla en el poder, olvidando su origen y encontrando justificativos en su condición de nueva realeza, de nueva casta sagrada que lo controla todo piramidalmente: primero el rey, el Secretario, debajo sus ministros y la nomenclatura, más abajo los representantes, con municipios incluidos, etc...

Perfecta organización, al estilo de los grupos guerrilleros, la patria es de todos los del partido y lo que éstos dicen es único, inequívoco, indiscutible, de fe absoluta. El secretario del Partido Único, representante de Dios en la tierra, lo domina todo, es padre y madre al mismo tiempo. Siguiendo las prácticas de Moscú, el ejército, las fuerzas de seguridad y la policía, son controlados por el Partido. Pero más grave aún, los soviets exigían el pago de la "deuda de guerra".

Prevaleció, sin embargo en el pueblo, la necesidad de conservar sus raíces, sus costumbres étnicas, sus valores nacionales, pero siempre mezclados con los neo valores, para no ofender al partido, para ensalzar al rey y su corte.

El panorama era este: el hijo de un obrero podía terminar el colegio y luego pasar a ser obrero, nada más; la entrada a la universidad no se hacía por méritos, sino por recomendaciones, igual que el pasar el año con buenas notas; la consecución de un trabajo dependía también de las recomendaciones; la vivienda era pésima, el transporte malo, faltaban medicinas en los hospitales, la atención médica se daba en base a favores, faltaban los productos de primera necesidad, interminables colas para adquirir malos productos, racionamiento de alimentos, contrabando por necesidad, la prostitución como profesión permitida por el gobierno, con el fin de espiar a los extranjeros, falta de artículos de higiene personal, incluido el papel higiénico. Todo esto lo sufría y soportaba la gran masa, pero conforme ascendía la pirámide, las condiciones de vida mejoraban. El leitmotiv: libertad, igualdad, derecho al trabajo, era sólo apariencia.... ¿Qué había cambiado con el socialismo? Un nuevo grupo de poder, para el resto, más privaciones, pero más grave aún, la privación de las libertades y la imposibilidad de salir de visita a los otros países. ¿Qué se obtuvo a cambio de la utopía? Un nuevo feudalismo. Me dirán, ¡pero había libertad de elegir a los conductores! Claro que sí, pero se los elegía de entre aquellos previamente seleccionados en las primarias del Partido.

Primaba la delación, la denuncia artera e interesada, para adular al gran jefe, al partido o a la prensa estatal. Se vivía a diario lo indigno, lo repudiable: si la hija de familia era bonita, podía escalar en la pirámide a cambio de favores sexuales. También mejoraba su posición quien denunciaba a sus padres, hermanos o vecinos.... Y no hablemos de la inseguridad, del miedo, del ambiente claustrofóbico, de persecución, del recelo de la propia sombra, hasta un inofensivo clavel podía tener escondido un micrófono.

¿Oposición? ¡Ni pensarlo! Había una edificación denominada "el canal", donde los opositores desaparecían. O las minas y túneles de hidrocentrales, donde se trabajaba con explosivos y la muerte era cercana amiga de los obreros. En algún momento, siendo aprendiz de ingeniero, trabajé codo a codo con estos prisioneros del gulag rumano.

Esta realidad la viví pocos años antes de la revolución por la libertad, que le costó, al dictador Ceasescu y a su esposa Elena, la muerte por ejecución sumaria el 22 de diciembre de 1998. Varios millones de personas decidieron, por fin, terminar con ese reinado. ¿Estarían todos equivocados? Sinceramente pienso que no. Y por esta razón ya no me creo cuentos ni comulgo con las ideas del SS-XXI. Viví un mundo increíble, inimaginable, donde la realidad desnudó la utopía; vivir era solamente luchar por sobrevivir. El reinado de un gran hermano floreció en un mundo de esclavistas y esclavos, un reinado que sacrificó a miles de sus súbditos y acabó con el derecho a los sueños y al progreso de varias generaciones de rumanos.

Mi experiencia de vida me indica lo absurdo de que sigamos dejándonos engañar, que prestemos oído a los cantos de sirena de los falsos profetas de las doctrinas colectivistas.

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