Saturday, October 25, 2008

la libertad y el miedo

Artículo incorporado en Foro Democrático el 31 de agosto

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La libertad y el miedo8/31/2008Por Marco Arauz Ortega
En cualquier otra etapa política, la falta de transparencia de Fernando Cordero acerca del examen de la Contraloría sobre los procesos de contratación, honorarios y remuneraciones de asistentes y asesores de varios asambleístas habría sido motivo de condena pública, al igual que otros actos del poder. Pero el país vive un estado psicológico especial, a caballo entre la esperanza de cambio y la desmedida propaganda oficial. Cordero recibió el informe hace más de un mes y, pese a los proclamados plenos poderes de la Asamblea, esperará al 30 de septiembre -dos días después del referéndum- para convocar a una reunión e informar a los involucrados, supuestamente por respeto al debido proceso. Todos sabemos que podía convocar a la reunión con anterioridad y que esta no es necesaria para la presentación de pruebas de descargo.Cosa parecida puede decirse de su falta de transparencia en la manera en que incluyó el Régimen de Transición en medio de las disposiciones transitorias, pese a que el primero no fue aprobado como parte del texto constitucional. En lugar de considerar la denuncia como un simple juego mediático, Cordero debería remitirse a las grabaciones de las sesiones. También falta equidad, ya en otro ámbito, en la manera en que el Gobierno ha informado de los recientes incidentes en la Universidad Católica de Guayaquil. O en la evidente parcialización del Tribunal Supremo Electoral para que la campaña gubernamental no sufriera tropiezos, proceso que ahora pretende ser reforzado con ‘campañas educativas’ sobre el texto constitucional.Detrás de todas estas acciones se nota la complacencia de las autoridades, su autoconvicción de que hay un destino que deben seguir irremediablemente.Todo ello me recuerda las reflexiones del psicoanalista Bruno Bettelheim, quien decía que la sociedad es el reflejo de las ansiedades de sus individuos: si los ciudadanos están en capacidad de superar sus angustias, construyen una sociedad libre y democrática, y si no son capaces, o si consideran el esfuerzo individual superior a sus capacidades, son atraídos por la sociedad totalitaria. Países como los nuestros, con sociedades que no han satisfecho sus necesidades básicas y por ende tampoco sus angustias personales, son proclives a las soluciones mesiánicas, y mejor si estas son provistas por un caudillo y un gobierno que promete hacerse cargo de todo, incluso el derecho de pensar. La democracia, como categoría abstracta, se ha convertido entre nosotros en un tabú sobre el cual no está permitido hacer preguntas. Y el mal funcionamiento de una democracia convertida en el pretexto supremo hace, como lo recuerda el liberal Friedrich Von Hayeck, que los Estados invadan la libertad individual. La libertad para pensar, disentir, para saber la verdad. Las libertades son incómodas para un Gobierno intolerante y una sociedad atemorizada.

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